¿Y si la amistad fuera, sobre todo, caminar conversando? Conversando tan animadamente que se pierde conciencia de la caminata y se acaba teniendo una conversación kilométrica; caminando con tanto brío, con el puro gusto de la compañía y las palabras, que el flujo de oxígeno del ejercicio físico anima todavía más la conversación.
Pensar en mis amigos mejores es acordarme de las caminatas que he compartido con ellos: en Úbeda y en Granada, cuando ya no quedaba abierto o no teníamos dinero y las calles nocturnas se dilataban delante de nuestros pasos. En Nueva York, en Madrid. Acompañar a un amigo a su casa y que el amigo lo acompañe a uno a la suya, y repetir juntos el camino de vuelta porque cuanto más se habla más queda por hablar. En Granada algunas veces se nos acababa la noche antes que la conversación y acabábamos viendo amanecer en el mirador de San Nicolás.
Hoy he compartido un café y un largo paseo a la caída de la noche con José Ángel González Sainz. Cuando nos despedimos, después de repasar las cosas que nos gustan y las que no nos gustan, las sinrazones y las barbaridades del fanatismo político y la desvergüenza de los ricos, los poderosos y los corruptos, la alegría de la literatura, José Ángel me dice:
–Éste ha sido un buen año. Nos hemos paseado juntos por Nueva York, por Trieste, y ahora por Madrid.