El rastro de Juan Gris

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En el Madrid nublado de este final de noviembre la mancha más viva y más verdadera de color es un vestido rojo de mujer pintado por Juan Gris. Juan Gris vuelve a las banderolas publicitarias y a los paneles laterales en las paradas de autobús, a la ciudad de la que se marchó en 1906, con 19 años, y a la que ya no regresó nunca. Se fue a París no porque quisiera triunfar en la pintura sino para escapar del reclutamiento que lo habría llevado a la carnicería de la guerra infame de Marruecos. Se fue llamándose José Victoriano González Pérez y después de haber estudiado brevemente con el pintor de cuadros históricos Moreno Carbonero, pero en la huida, como es propio de los fugitivos, procedió a una inmediata simplificación. Prescindió de todos los oropeles postizos de la pintura académica igual que de todo su ramaje onomástico, y se llamó Juan Gris en virtud del mismo principio que lo llevó a afiliarse al cubismo.

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Juan Gris (por Modigliani)
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Antonio Muñoz Molina
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