Expectativas

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Qué ilusión, de pronto, saber que hay un libro nuevo de Alice Munro. He vencido la tentación de comprarlo de inmediato en el Kindle para ir mañana a ver si lo encuentro en mi librería favorita. La literatura, la que más me importa, prefiero tenerla en papel. Tengo en el kindle los poemas de Emily Dickinson, porque es práctico llevarlos por ahí cuando uno va de viaje, pero me alimentan más cuando toco el libro y lo abro y parece que los dedos buscan solos las páginas en las que están mis versos preferidos. De hecho el libro tiende a abrirse por ellas, ya adiestrado por el hábito.

Ahora me parece mentira que hubiera épocas en las que todavía podían publicarse como novedades libros de los autores entonces vivos que uno más admiraba: encontrar en una librería, por ejemplo, Los conjurados, el último libro de poemas de Borges. O ir vestido de recluta un domingo por la tarde de noviembre en Vitoria y ver en el escaparate de una librería cerrada Dejemos hablar al viento, de Onetti, mirarlo y mirarlo aunque solo fuera para empaparse del título, del nombre del autor en la portada. Y volver el fin de semana siguiente con la impaciencia de seguir encontrándolo en el mismo sitio, de que no lo hubieran vendido, de que la librería estuviera abierta.