Los periódicos

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En estos tiempos de noticias tan sombrías sobre la prensa, y sobre casi todo, me acuerdo de una carta que recibí hace casi un mes de mi amigo Alejandro Víctor García, que empezó a escribir en los periódicos de Granada un poco antes que yo mismo. Alejandro había inventado un detective raro que se llamaba, creo, Sócrates Leal, y publicaba breves crónicas sobre él en la Hoja del Lunes. Pura prehistoria común. Cuando empezó Diario de Granada y yo iba los miércoles por la tarde a llevar las entregas de mi Robinson Urbano allí estaba Alejandro, en aquella redacción tan ruidosa de máquinas de escribir y espesa de humo de tabaco en la que se intentaba contar lo que sucedía con una voz distinta a las ya habituales, la de catolicismo militante del Ideal , o la de Patria, que había pertenecido a la Prensa del Movimiento y desapareció por entonces.

Diario de Granada tenía una cantidad prodigiosa de erratas y duró poco tiempo, pero allí nos juntamos unas cuantas voces que después han permanecido en los mundos diversos del periodismo y de la literatura. Manuel Ruiz Rico, que estuvo en Etiopía y ahora me escribe desde Panamá, ha estudiado todo aquello. Nació Diario de Granada en los tiempos ilusionados y convulsos en los que aún había ruido de sables, sólo unos meses antes de que los socialistas de Felipe González ganaran las elecciones por primera vez. Los periódicos era la savia urgente de la vida pública.

Ahora parece que la vida pública y los periódicos están igualmente enfermos, y que algunos empresarios que han prosperado gracias a ellos tienen prisas por hacer leña y hacer caja. Elvira ha escrito hoy una columna clara y tajante sobre eso. Y Alejandro me escribió para contarme que el periódico en el que llevaba trabajando  9 años, Granada Hoy, que intentaba ser una prolongación en cierta medida de nuestro antiguo Diario de Granada, lo había dejado en la calle. Le pedí permiso para copiar aquí su carta:

Querido Antonio:

Hace nueve años justos traté de contagiarte la ilusión que sentíamos yo y mis compañeros por sacar adelante un nuevo periódico en Granada que acabara con el espeso monopolio de Ideal y trajera aire fresco a la información  Ahora te comunico, si no lo sabes ya, que el mismo turbión que se está llevando por delante día a día los pilares que han mantenido la estabilidad laboral y social de que hemos disfrutado en las últimas décadas, ha medio desmantelado el viejo proyecto.

La empresa no cierra pero lo deja reducido a una simple apariencia periodística (diez periodistas de los cuales cuatro tienen media jornada y con 34 años el más veterano) para cobrar y no perder la escasa publicidad que hay contratada. La mitad de la plantilla ha sido despedida. Entre ellos yo, justo el día en que cumplo treinta años de profesión (también empecé en Diario de Granada). Dejo el periódico el día 15 y, lo que es más inquietante, el periodismo pues no sólo se viene abajo la empresa sino la propia profesión que, emparedada entre la crisis general y la propia, agoniza sin remedio. Es muy raro eso de notar que tu profesión, es decir aquello a lo que has dedicado tus mejores años, se esfuma. Algo así como si a un fontanero le notificaran que ha desaparecido la fontanería misma.

La decisión, sin embargo, no me ha pillado por sorpresa. Por eso estos días inciertos mi humor pasa del sentimiento de liberación al del vértigo ante el vacío que se abre en el futuro inmediato. Trato, por supuesto, de que predomine el primero.