Días de Trieste

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Lo más sorprendente de las ciudades de la literatura es que a veces también existen en la realidad. Llegar por primera vez a Lisboa y ver en una esquina el letrero de la Rua dos Douradores después de haber leído mucho a Fernando Pessoa; llegar al corazón de  Madrid y reconocer los nombres de las calles y seguir por ellas los itinerarios de Fortunata y Jacinta; estar paseando por Buenos Aires y encontrar la plaza Constitución y la calle Garay, y asombrarse de que no existan únicamente como nombres en El Aleph. Ir a Ferrara para pasearse por el  Corso Ercole I d’Este buscando las verjas del jardín de los Finzi-Contini.

Ese asombro lo tengo en Triste a cada momento. En una plaza con altos muros de palacios y árboles de mucha sombra encuentro una estatua de tamaño natural de Italo Svevo. En la fachada contigua a la casa de comidas donde nos ha llevado hoy Elena -pasta magnífica y televisor encendido, manteles de papel y vecinos lentos en la barra-hay una placa que recuerda que James Joyce vivió allí un año. La espesura verde que se ve al fondo de la calle es el Giardino Pubblico:  entrar en él es internarse en un lugar de la imaginación, después de haber leído las muchas páginas que le dedica Claudio Magris. El Giardino Pubblico es muy literario y también muy botánico. Por todas partes hay pequeños letreros indicando las especies de los árboles y bustos de bronce que celebran a escritores, la mayor parte desconocidos para mí. Sobre la cabeza de uno de ellos se posa tranquilamente una gaviota. Las gaviotas de Trieste circulan por la calle con una suficiencia de pájaros urbanos, de funcionarios austrohúngaros.

El recorrido por la ciudad es el de un libro, pero también mucho más: en la realidad hay siempre más abundancia y más belleza que en la literatura. Hace mucho calor y el destino al que nos lleva Elena muy literario y muy práctico: buscamos ahora la penumbra del Café San Marco. Agua fresca, un helado, un café, quizás un granizado de limón. Pero como estamos en la realidad y no en la literatura, el Café San Marco cierra precisamente los lunes.

James Joyce en Trieste (Foto: Tiesse)
James Joyce en Trieste (Foto: Tiesse)