En el relato canónico de la modernidad en las artes ese momento del origen imprescindible en todas las mitologías sucede en París, en 1906, en el estudio en el que Picasso pintaba Les demoiselles d’Avignon. En el pensamiento mágico el mito se confunde con la historia, y nadie imagina ya que no se corresponda con la realidad y menos aún que haya otras versiones posibles. Lo que solemos entender como la historia del arte moderno es una narración más o menos mitológica que urdió Alfred H. Barr, el primer director del MOMA. Otros museos derivan sus colecciones de la intención de representar la historia. El MOMA la inventó a su medida. No es que el MOMA coleccionara obras de arte moderno; es que una obra era arte moderno porque el MOMA la había adquirido.
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