Acabo de enterarme por el New York Times de que ha muerto Paul Fussell, con 88 años, y me ha dado una pena muy grande. Fussel fue probablemente el escritor que mejor testimonio dio de la experiencia nauseabunda de la guerra: en primera persona, porque estuvo en el frente europeo durante la II Guerra Mundial, y como historiador magnífico, porque se le deben dos de los mejores libros que existen sobre la anterior, la que empezó llamándose la Guerra Europea o la Gran Guerra, antes de que se supiese que solo era la primera en una serie. The Great War and Modern Memory es un estudio apasionante sobre el efecto que esa guerra tuvo sobre la conciencia humana en el siglo XX, desde las artes y la literatura a las ideas sobre la vida y las costumbres cotidianas; tras esa obra maestra Fussell escribió otra igual de poderosa, Abroad, que trataba de la vocación de huida con la que regresaron de la guerra muchos veteranos: Robert Graves o Gerald Brenan entre ellos.
No sé si estos libros llegaron a traducirse al español. Si los están, hay que buscarlos como sea. Si no lo están es una carencia que sería urgente remediar. Los dos son del todo imprescindibles. Imprescindibles de verdad, porque al leerlos se abre delante de uno todo un mundo que no es posible desconocer: el de la herida incurable que abrió aquella guerra, de la que procedieron de un modo u otro todos los desastres posteriores del siglo.
Paul Fussell era un gran historiador y un gran escritor. Su libro de memorias Doing Battle, en el que retrata la experiencia de verse arrojado con poco más de veinte años en la carnicería de un frente de guerra, es una de las grandes autobiografías del último medio siglo, a la altura del Adiós a todo eso de Graves. Nunca he visto contada la cotidianidad del combate con más claridad, con menos romanticismo: el horror que se oculta siempre, en parte por interés, por demagogia, por brutalidad patriotera; en parte también porque casi no puede contarse. Ni en la vejez tardía perdió Fussell la rabia contra los criminales y los irresponsables que mandan a la gente a la guerra, contra los embustes cínicos que maquillan su espanto.