Los vencedores

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Lo peor de la demagogia es que resulta superflua, en estos tiempos en los que nada es más demagógico que la realidad. Rodrigo Rato dimite de la presidencia de esa entidad que ahora se llama Bankia y antes Cajamadrid y antes, en los tiempos remotos en los que los nombres de las instituciones indicaban su naturaleza, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. Los bancos dejaron de llamarse bancos, igual que la Tabacalera, con ese sonido tan vulgar que sonaba a bronquitis y a cáncer de pulmón, pasó a llamarse Altadis, que es mucho más fino, y Prensa Española y el Grupo Correo, se llamaron Vocento, etc. Hay gente que gana millones inventando esas tonterías. Bankia, con su k, con su terminacion en ia , resulta que va a necesitar 10.000 millones de euros de dinero público para no hundirse y hundirnos más aún, y Rodrigo Rato, en el poco tiempo que se ha mantenido al timón, como diría un paisano mío, ha tomado algunas decisiones probablemente heroicas: cerrar la magnífica Revista de Libros, que dirigió durante 15 años Álvaro Delgado-Gal, y cancelar uno de los más sólidos programas de conciertos que se pueden disfrutar en una capital europea, el Liceo de Cámara. Ni siquiera esas decisiones tajantes parece que han salvado a la entidad, que pagó a Rato, en 2011, 2.34 millones de euros. La realidad, ya digo, es demagógica. Ahora Rato, llevándose en su historial de mecenas el cierre de la Revista de Libros y el del Liceo de Cámara, probablemente agotado, anuncia su dimisión, y se especula sobre la indemnización que le aliviará el retiro. ¿Dos años de sueldo, o sea, 4.6 millones de euros? ¿O quizás algo menos, dados los límites que el gobierno ha impuesto o quiere imponer a los salarios de los directivos de entidades financieras salvadas con dinero público? Me acuerdo siempre de aquella entrevista en la que le preguntaban a Warren Buffett si creía en la lucha de clases: “Claro que sí”, respondió. “La hemos ganado nosotros”.