Los Grove Street Stompers tocan los lunes en la Arthur’s Tavern, en la calle Grove, en el Village, a un paso de la Séptima Avenida. Tocan en el mismo sitio todos los lunes desde hace cincuenta años: cuando la crisis de los misiles en Cuba, cuando los Beatles publicaron Love Me Do. Los Grove St. Stompers son ahora unos abuelos que andan algo destartalados por el bar, ordenando las partituras, probando los instrumentos, como un grupo de viejos amigos distraídos, de viejos amigos que llevan juntos toda la vida. Se ponen a tocar con inmediata solvencia y suenan como los All Stars que tuvo Louis Armstrong en los años cincuenta: con una fuerza abrumadora, con un deje nostálgico, con una pulsación de blues. En aquel grupo tocaba el trombón y cantaba con su acento sureño el gran Jack Teagarden, un hombre bueno y bohemio que murió solo en la habitación de un hotel, y que cantó como nadie St. James Infirmary o After You’ve Gone.
Las escuchamos esta noche, ateridos todavía por un viento polar que ha irrumpido sin aviso en la templanza de marzo. El grupo repite la formación de aquella orquesta de Armstrong: trompeta, clarinete, trombón, bajo, piano, batería. Cuántas veces, en cuántas versiones, habrá uno escuchado After You’ve Gone, con su mezcla vibrante de alegría y de pena, Stomping at the Savoy, On the Sunny Side of the Street, Them There Eyes. La vida entera resumida en unas cuantas canciones. El escritor montevideano Hugo Alfaro usó el título de On the Sunny Side para sus memorias: Por la vereda de sol.
Los abuelos se despiden tocando con solemnidad irónica el preludio de Mood Indigo, y a continuación pasan por el bar, en el que no hay mucha gente, el tarro de plástico de las propinas.