Recuerdo que el primer invierno que pasé aquí me intrigó ver a tantas personas con una mancha de ceniza en la frente, más o menos desvaída por el paso de las horas, pero muy visible. Hombres y mujeres, mayores y jóvenes, pobres y opulentos, blancos lo mismo que latinos(también algunos negros y asiáticos), muy modernos o muy convencionales de aspecto, solos o en parejas o en grupos: en un grupo solo uno podía llevar la señal, en algunas parejas los dos, en otras él o ella. Caí en la cuenta de que era Miércoles de Ceniza. Ayer lo vi de nuevo, a lo largo del día, y de noche: una mujer joven, en el metro, a la hora en que la gente vuelve cansada del trabajo, echada en el respaldo, con su cruz litúrgica de ceniza en la frente.
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