Tengo mis dudas. Algunas veces son lo único que tengo. Me gusta siempre la poesía impersonal del habla, la agudeza de los giros que usamos sin reparar en los significados que esconden. Tengo mis dudas. Las mías: las que tal vez mucha gente comparte. Estoy hecho un mar de dudas: como un mar de los sargazos que se extendiera hasta un horizonte de certidumbres que se alejará según yo vaya acercándome. Tengo mis dudas y tengos mis certezas, pero estas, las sólidas de verdad, son unas cuantas nada más, y cabrían en una cuartilla. Estoy seguro de que todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y en derechos. Estoy seguro de que, con excepciones patológicas, casi todo el mundo posee buenos impulsos y mediocres o malos impulsos, y que depende de las circunstancias y de la educación que prevalezcan los unos o los otros. Estoy seguro de que es preferible el gobierno de las leyes al de los héroes o los salvadores. Estoy seguro de que la miseria y el hambre pueden ser erradicadas y de que este mundo tiene recursos suficientes para ofrecer una vida digna, austera y saludable a todos, si se controla el aumento de la población y la furia del consumo. Estoy seguro de que la belleza y el talento están más repartidos de lo que parece. Estoy seguro de que Cervantes, Bach, Virginia Woolf, Ella Fitzgerald, Velázquez, etc, hacen que sea mejor la vida.
Fuera de eso, de dos o tres ideas más, tengo mis dudas.
“Quien me lleva la contraria no despierta mi cólera sino mi interés”.
Montaigne