Poda de altura

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Me regalé de cumpleaños una mañana en el Botánico. Me la regalé por sorpresa, porque eran las once y acababa de terminar mucho antes de lo que yo esperaba una obligación, y me encontré libre y aliviado, en el paseo de Recoletos, en una de estas mañanas transparentes de invierno, con tiempo inesperado por delante y Montaigne en la mochila de las grandes caminatas.

En el Botánico no había casi nadie. Canteros de tierra labrada, en la calma invernal. Algún gatazo dormitaba al sol arrebujado suntuosamente en sí mismo. En la zona de huerta olía más a invierno, a hortalizas de hojas anchas con gotas de agua tan relucientes como gotas de mercurio, acelgas, coliflores. Casi notaba en las manos el frío de sumergir las coliflores recién arrancadas de las matas en el chorro de agua de la alberca. Si se queda uno quieto el sol pica, y la sombra da frío. Por el tronco y  la copa enorme de un árbol -no recuerdo si castaño o almez- ascienden sujetos a cuerdas varios chicos y chicas con monos de trabajo, con botas de montañeros, con cascos como de espeleólogos. Mantienen el equilibrio con las piernas abiertas en una horquilla muy alta; oscilan colgados de la cuerda; ascienden por ella a golpes secos y enérgicos.

A un hombre barbudo, también con mono y casco, que parece al mando de aquello y da instrucciones desde abajo, le pregunto qué hacen. Son miembros de una escuela-taller: aprenden escalada de árboles y poda en altura. Este hombre que habla conmigo es monitor de trepa. “Hay que conocer muy bien los árboles”, me dice, “No tanto como un biólogo, pero casi. Su fisiología, sus enfermedades”. Hay que saber qué ramas son lo bastante fuertes para sostener una escalada y por dónde hay que cortar. “Aprenden un buen oficio, más todavía en estos tiempos”. El monitor de trepa me explica que en España los árboles se podan de cualquier manera, que no hay una cultura de amor por ellos. Me señala con dolor los plátanos del otro lado de las verjas del Botánico, los del paseo del Prado: “Mire cómo los cortan, de cualquier manera, al ras, desmochándolos”.

Otoño en el Jardín Botánico de Madrid
Otoño en el Jardín Botánico de Madrid