Velocidad de los viajes

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1 Viajar rápido. Viajar solo durante unos días. Llegar por la mañana a una ciudad y marcharse de ella a la mañana siguiente. No dormir más de una noche en el mismo hotel. Recordar en consecuencia el día de ayer como si hubiera sucedido mucho tiempo atrás. Mirar las ciudades por la ventana del hotel. En Alemania, en septiembre, tomé la costumbre de hacer una foto desde la ventana de cada habitación de hotel en la que me alojara y del pasillo que llevaba a la habitación. Me acuerdo de cuando estuve con Dizzy Gillespie en Granada, en 1990. Me dijo que daba trescientos conciertos al año en casi trescientas ciudades distintas. Me preguntó si la ciudad en la que estábamos tenía mar.

2 Madrugar para salir de viaje. El sonido de la alarma del móvil en lo más denso, lo más silencioso, lo menos frecuentado de la noche. Borges tiene un poema acerca del sueño en el que dice que debe de ser muy valioso lo que nos ocurre mientras dormimos para que nos despertemos siempre con un sentimiento de expulsión. Dice el poema, con esa naturalidad que tan pocas veces consigue la literatura, y que parece engañosamente pura lengua oral: “¿Por qué es tan triste madrugar?”. Por los ventanales de la sala de embarque veo el espectáculo para mí infrecuente del principio del día: las claridades eléctricas de los hangares en medio de la noche, y luego un principio de grisura, como una niebla que fuera aclarándose, y de pronto, contra las colinas del fondo, el borde rojo del disco solar, que va ascendiendo con una lentitud de majestad inapelable, que muy pronto es un círculo grande y rojo suspendido sobre el horizonte. Cómo no comprender que durante milenios lo identificaran con un dios.

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Con Dizzy Gillespie, Granada, 1990
Con Dizzy Gillespie, Granada, 1990