En la ancha casa campesina que antes estuvo tan habitada -los padres, el marido, los hijos, los hermanos, los mulos en la primera cuadra, a veces un becerro y cada año un cerdo en la del fondo del corral, además del trajín de los conejos y las gallinas- desde hace siete años vive ella sola. Lleva al cuello como un escapulario tecnológico el transmisor siempre conectado de las emergencias sanitarias. Le gusta hacerse sus comidas sabrosas y frugales y al poner la mesa para ella sola ordena sobre el mantel todas las pastillas que ha de tomar para sus dolencias variadas: la artrosis, la circulación de la sangre, el corazón, etc. Después de comer apoya los pies en un taburete bajo y se adormilada viendo el serial de las tardes, Amar en tiempos revueltos. También le gusta otro que se llama Arrayán, y un programa de libros en Canal Sur 2 que presenta un muchacho calvo con cara de buena persona que a veces ha entrevistado a su hijo y a su nuera. Si no es para ver esos programas, prefiere estar en silencio, con la tele apagada, haciendo alguna labor, y sobre todo leyendo. Ahora lleva varias semanas plenamente sumergida en Fortunata y Jacinta. En la casa grande en la que ya no vive nadie más que ella le hace compañía el trajín numeroso de los personajes de Galdós: Juanito, Jacinta, Estupiñá, doña Barbarita, el Piojín, Izquierdo, Ido del Sagrario, Fortunata, Mauricia la Dura, doña Lupe la de los Pavos, Maxi Rubín…
Una lectora de Galdós
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