Mañana estará en las librerías la nueva edición de Nada del otro mundo, con dos cuentos añadidos, uno que se publicó en el periódico hace bastantes años, Apuntes para un informe sobre la Brigada de la Realidad, otro inédito que escribí este verano, en un largo rapto de inspiración y laboriosidad, El miedo de los niños. El libro abarca casi mi vida entera de escritor. El primer cuento, El hombre sombra, lo escribí en Granada, en 1983, cuando era funcionario municipal y me presentaba a toda clase de concursos literarios, sin ningún resultado. El último creo que es el que más me gusta de todos. Surgió en mi imaginación casi como un sueño, sin que mi voluntad interviniera demasiado. Me desvelaba inventando detalles que tenían una claridad de recuerdos parcialmente ficticios; recuerdos de alguien cercano a mí pero que no era yo. En algunos momentos se me contagiaba el escalofrío de las cosas que estaba contando.
Al cuento le viene bien la punzada de lo fantástico, la penumbra del miedo. En los cuentos me salido con naturalidad algo que me cuesta más en las novelas, que es escribir sobre el tiempo mismo de ahora. Ahora tengo otro entre manos, pero va creciendo demasiado y yo no sé interrumpirlo, y quizás se convertirá en una novela corta. La novela corta me ha parecido siempre la forma perfecta, el tamaño exacto de duración e intensidad. Pero el formato de una historia no depende de uno. Se aparece, como se aparece un poema.
Miguel ha hecho una portada muy buena para esta edición: como una portada de novelilla barata de miedo, de las que veíamos antes en los kioscos; el miedo tan poético de las películas de serie B, el de las historias que nos contábamos en cuanto caía la noche los niños antiguos.