Iba esta tarde por la calle, a la hora de la salida de los colegios, y me cruzo con una madre y un niño que acaba de bajarse de un autobús escolar. Tiene seis o siete años, así que está en esa edad en que los niños dejan de ser físicamente agotadores para volverse mentalmente agotadores. Carga con la cartera con aire de fatiga, después de toda una semana de madrugones escolares. Pero algo ha aprendido hoy en clase que le tiene la mente en ebullición.
–Qué ganas tengo de que haya un eclipse. ¿Cuánto crees tú que falta para que haya un eclipse?
La madre anda a lo suyo y responde lo primero que se le ocurre.
-Yo que sé, mucho tiempo.
-¿Mucho? ¿Cuánto? -el niño exige precisiones.
-Pues muchos años.
-¿Y estarás tú muerta para entonces?
-Cómo voy a estar muerta. Qué cosas dices.
-¿Y estaré muerto yo?