De Santander a Madrid. Del verano brumoso al agosto tórrido de la meseta, con esa luz seca de polvo de ladrillo que se ve desde el avión y se parece tanto a la de los horizontes del Madrid periférico de Antonio López. En el jardín, en nuestra ausencia, el verano ha seguido haciendo con eficacia su trabajo: las uvas ya casi rubias, los primeros higos maduros que se deshacen en la boca, cuando todavía parece que los pájaros no se han enterado de que están en sazón.
Salimos al centro, porque hemos quedado para cenar con Antonio y Miguel, y no reconocemos la ciudad: cortes inesperados de tráfico, vallas con policías que impiden el paso, excursionistas de la fe católica con banderas, camisetas y mochilas. Siempre me he preguntado en virtud de qué conexiones se ondean juntas las insignias de una religión y la bandera de un país. Sotanas de curas jóvenes que andan por ahí remangados y con el alzacuellos abierto, como aquellos curas dialogantes que se remangaban los faldones negros para jugar al fúrbol en el colegio. Tengo amigos, aquí y en Nueva York, que cultivan una religiosidad intensa y discreta, pero sinceramente no entiendo esta ocupación de toda una ciudad en nombre de una sola confesión religiosa. Y la gente que es algo muy visiblemente, con mucha unanimidad y en multitud, me despierta un recelo instintivo. Me acuerdo de una palabra que inventó hace años el periodista granadino Alejandro Víctor García, exhausto después de una semana santa de procesiones incesantes: sobrediosis. Lo más prudente estos días será vivir recluido entre la higuera y la parra y el cuarto de trabajo, esperando a que pase el temporal, preguntándose por qué sigue siendo inevitable que los poderes públicos y los espacios públicos de un país constitucionalmente no confesional se entreguen sin condiciones al boato de la iglesia católica, con tanto lujo de banderas. Será que los españoles ateos, los españoles protestantes, los españoles musulmanes o judíos, los españoles budistas, siguen siendo menos españoles. Ya lo decía Pemán: “Soy católico español/que es ser dos veces católico”.