Verdes de junio. En el verde tupido de las copas de los árboles y de la hierba se advierte nada más volver que ésta ha sido una primavera lluviosa. Desde el avión que desciende para el aterrizaje las lindes de fincas y líneas de carreteras entrecruzaban el paisaje plano de nervaduras como de hoja seca. Pero la aridez que se ve desde el aire y luego desde la ventanilla del taxi es en parte engañosa: asediada por secanos en casi todo su perímetro, salvo por el oeste y el noroeste, Madrid es sin embargo una ciudad densa de árboles que deslumbran en la mañana del regreso, con los ojos todavía limpios de costumbre: la ciudad apaisada, la gente en la calle, el rumor de las cafeterías, los grandes plátanos y los castaños de las avenidas, las arboledas civilizadas del Retiro, dando sombra y frescor a la Feria del Libro. […]
Seguir leyendo en EL PAÍS (11 / 6 / 2011)