De regreso

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La otra mitad de la vida estaba aquí esperando, intacta, reconocida, la calle recóndita y arbolada, el silencio a media mañana, el jardín con una espesura reluciente, porque parece que esta primavera ha sido de mucha lluvia. Se reconoce a los árboles como a las personas: los árboles que eran esquemas  invernales cuando me marché y ahora están llenos de hojas, el cerezo, con sus cerezas mínimas sin color todavía, la higuera, el membrillo, el bambú, tan flexible en la brisa de la mañana, las hojas sensitivas como agujas de sismógrafo. En el cuarto de trabajo, la arqueología de lo que dejé al irme, intocado: un cuaderno, el Juan de Mairena que me regaló Elvira para mi cumpleaños, los poemas de Vallejo, que hice propósito de llevarme a Nueva York pero olvidé en el último momento, el vinilo de A Love Supreme. Ayer hacía en Nueva York una calina pegajosa de puro verano, uno de esos días en los que la isla de Manhattan parece que estuviera en el delta del Mekong. Desde la ventanilla del taxi refrigerado que nos llevaba al aeropuerto Harlem parecía Dakkar, o Zanzíbar. Hoy en Madrid hace fresco y las cosas familiares a las que volvemos están todavía un poco desenfocadas. Pero este cuarto en el que hago esta anotación  ahora mismo alienta por igual la holganza del verano y el gusto de ponerse a escribir.

John Coltrane. A Love Supreme
John Coltrane. A Love Supreme