El gran musical americano es la pura alegría: la música vibrante, el baile, los decorados, las luces, las piernas jóvenes que se levantan al unísono, las letras de las canciones, el pulso delicado y enérgico del tap dance. Que su edad de oro coincida con la Gran Depresión es muy llamativo. Se dice que el musical prodigaba una huida de las amarguras y las estreces de la realidad, y es cierto, en parte, pero también es cierto que muchas veces ofrece al mismo tiempo el resplandor de los mundos imposibles y la conciencia entre melancólica y cínica de que esos mundos son mentira.
Y qué yacimientos de canciones, minas de un oro que no se agota nunca. Fuimos a ver Anything Goes, de Cole Porter, y la sensación de ligereza jovial nos duró todo el día. El yacimiento de canciones de esta farsa risueña que sucede en una travesía en 1934 incluye, empezando por la misma del título, que tiene algo de Cambalache con menos amargura: I Get a Kick Out of You, You’re the Top, Easy to Love, De-Lovely, All Through the Night. Quién da más. Alegría y tristeza. La veladura de ansiedad y deseo no correspondido que hay en las mejores canciones de Porter, en esas letras que de pronto dejan de ser burlescas, en esas melodías tan difíciles que parecen tan livianas. Y Joel Grey.