La portada de aquel disco que fue el primer LP de Bob Dylan que escuchamos entero, The Freewheelin’ Bob Dylan, tiene algo de foto de familia. El hombre y la mujer de la foto eran increíblemente jóvenes, pero nosotros éramos más jóvenes aún. No entendíamos las letras de aquellas canciones que poseían una fuerza inaudita aunque estaban hechas tan solo con una voz y una guitarra, pero su furia y su ternura traspasaban nuestro desconocimiento del idioma. Un aspirante a demagogo que ya entonces cultivaba una efigie como de Che Guevara y que luego ha hecho una carrera extraordinaria en la política nos llamaba despectivamente siervos del imperialismo a mis amigos y a mí por escuchar esas canciones en inglés. Pero cuánto nos gustaban, y cuánto nos gustaba todavía más esa foto, el hombre casi tan joven como nosotros con su chaqueta escasa, su cuerpo encogido por el frío, sus manos en los bolsillos; y tomada de su brazo aquella chica con el pelo largo y liso que apoyaba la mejilla en su hombro, cobijada en él, consciente de la cámara que los estaba fotografiando.
Ahora la foto la tengo delante de mí, no en un disco sino en la portada de un libro, A Freewheelin’ Time, de Suze Rotolo, que era esa novia de Dylan que nos daba tanta envidia, y que murió el viernes pasado, a los sesenta y siete años, de cáncer de pulmón. Tenía 17 años cuando conoció a Dylan. Vivía en el Village, como aspirante a artista, pero venía de Queens y ra una hija de emigrantes italianos, trabajadores y militantes comunistas, un padre y una madre que amaban la música tanto como los libros y que la introdujeron tempranamente en las luchas por los derechos civiles. Bob Dylan, cuando se enamoró de ella -lo cuenta en otra memoria extraordinariamente bien escrita, Chronicles- era un provinciano recién llegado a Nueva York desde Minnesota, con mucha vocación musical pero mucha ignorancia, feliz de dejarse guiar por aquella neoyorquina de Queens.
Hoy estaba preparando el café en la cocina y tenía la radio puesta, y en un programa de sobremesa que me gusta mucho, Fresh Air, han puesto de nuevo una entrevista que le hicieron a Suze Rotolo cuando salió su libro, hace ahora tres años. Tomo el café escuchándola, escuchando esa voz tan cálida, tan de esta ciudad, los recuerdos de una mujer inteligente y lúcida que estuvo muy enamorada pero que prefirió apartarse discretamente del tornado de la fama que ya empezaba a envolver a aquel novio a quien ella había conocido pobre y tímido, esperanzado y perdido en Nueva York. Quién iba a decirme a mí cuando miraba esa portadaque muchos años después iba a pasar con frecuencia por la calle invernal de la foto, la West Fourth St. que lleva a Washington Square. Dylan y Rotolo vivían en un apartamento tan diminuto y tan helado que el fotógrafo de la compañía de discos propuso que hicieran el reportaje en la calle. Cada vez que ella la veía se acordaba de todos los jerseys que se había puesto debajo de la gabardina para aliviar el frío. Dice que parecía una salchicha italiana.