Como ayer era el día de Martin Luther King su voz está presente casi a todas horas en la NPR, National Public Radio, la admirable radio pública americana, que es un manantial continuo de información, reportajes, debates, música, sin más interrupciones que las listas de los patrocinadores, y a veces las campañas de recaudación de fondos. La radio pública se mantiene en gran parte gracias a las contribuciones de millones de oyentes, y eso le da una independencia y un aliento progresista que tiene también mucho de educación cívica para quienes la escuchamos: si algo te importa mucho tendrás que contribuir algo para que siga existiendo. Recuerdo el año pasado, en ese mismo día, un programa de varias horas dedicado a la música que amaba Martin Luther King, y la que fue inspirada por él. Lo último que dijo, al inclinarse sobre el balcón del Lorraine Motel, unos segundos antes de recibir el impacto del disparo que lo mataría, fue pedirle a un cantante de gospel con el que iba a cenar esa noche que se preparara para cantarle su canción preferida, Take My Hand, Precious Lord.
Músicos como Sonny Rollins o John Coltrane modelaron algunos de sus solos en el saxo sobre las cadencias de los discursos de King. En Berlín, invitado a la inauguración de un festival de jazz, habló de cómo la experiencia singular de la esclavitud de un solo grupo humano se había convertido gracias a la música en un legado universal en el que cada dolor y cada entusiasmo podían reconocerse. Anoche, en la radio, la voz de Martin Luther King volvió a estremecerme con esa furia de rebelión y profecía que se acentuó en él hacia el final de su vida, cuando ya lo ganaban la extenuación física y el desaliento moral ante la enormidad de la injusticia, ante el acoso de sus enemigos y la incomprensión y hasta la hostilidad crecientes de muchos de los suyos. La voz de King tiene el poderío trágico de los profetas del Antiguo Testamento, y en su oratoria está la musicalidad solemne de esa traducción de la Biblia al ingés de la que proceden Walt Whitman y Moby Dick, y también la de los negro spirituals y los blues, la de los cantos africanos de llamada y respuesta. La noche antes de morir no tenía previsto hablar. Se levantó y fue hacia el podio en un arrebato mientras afuera retumbaba y rugía una tormenta y habló sin apuntes como si supiera que lo iban a matar y como si ya estuviera muerto.