No ocurre con frecuencia, afortunadamente, pero me alarmo en cuanto pasa un día o dos sin que el periódico saque alguna noticia sobre Ferran Adrià o su restaurante El Bulli. ¿Habrá pasado algo?-me pregunto, aprensivo. ¿Habrá entrado Ferran en una crisis de creatividad? ¿Será que no se ha publicado una monografía más sobre su arte culinario, o que no le han dedicado un libro de gran formato y fotografías a todo color, o que algún museo o bienal no han hecho sitio al maestro? Siempre, claro, hay que contar con la inmemorial mezquindad española hacia el talento: hoy, sin ir más lejos, El País despacha en una sola página la noticia de que Ferran inaugura “una snackería de ambiente cinéfilo” en Barcelona. Y que conste que mi preocupación es desinteresada, ya que mi paladar, embotado desde la infancia por potajes y meriendas de onzas de chocolate barato o de hoyos de pan con aceite, no alcanzaría a discernir esas sutilezas que llevan a la gente a pagar fortunas y a apuntarse en listas de espera de años.
Casi el mismo espacio que a la snackería dedica el periódico a informar de que los gastos en educación se van a rebajar en 1.800 millones de euros este año en toda España a lo largo de 2011: sueldos de maestros y profesores, sustituciones, trasporte escolar, material, bibliotecas, construcciones de centros, becas. Como si la escuela pública no sufriera ya bastantes penurias. Uno se pregunta cuántos coches oficiales, sueldos de cargos políticos y enchufados, dietas de concejales y viceconsejeros, puestos de confianza, comilonas(no todas en el Bulli), viajes suntuosos e inútiles por el extranjero, festejos taurinos, castillos de fuegos artificiales, centenarios, milenarios,publicaciones opulentas, serán suprimidos este año para hacer frente a la crisis. Por mucho que busco en el periódico no he leído ninguna información al respecto.