Signos de los tiempos

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He pasado junto a la librería Barnes & Noble de Lincoln Square, que cerrará muy pronto, y que tiene ya un aire de abandono y de saldo. Los amigos que viven desde hace mucho tiempo en el Upper West me cuentan que cuando llegó Barnes & Noble al barrio a principios de los años noventa barrió en poco tiempo a las librerías independientes, algunas de ellas muy buenas, y también a unas cuantas de segunda mano. Yo alcancé a visitar una librería laberíntica y destartalada en la calle 71 y Broadway, que estaba en un sótano, y lo tenía todo en libros de música. Ahora es al poderoso de entonces al que le llega la ruina, dejando un vacío que ya no cubre nadie, salvo algunos vendedores de puestos callejeros en los que buscando mucho se encuentran buenas ediciones antiguas a precios excelentes.

En la esquina contigua a Barnes  & Noble estaba la tienda de discos en la que habrá pasado más horas de mi vida: una enorme sucursal de Tower Records, que se aprovechaba de la cercanía de Lincoln Center y del público y los músicos que andan siempre por allí. Tower Records era una maravilla. Salías de un concierto en el que habías escuchado una rareza y estabas seguro de que encontrarías el disco y podrías repetir en casa el descubrimiento. Había de todo, en una sobreabundancia americana: clásica, ópera, pop, rock, jazz, musicales de Broadway, músicas recónditas de Asia o de África, compositores contemporáneos. Regresé después de unos meses de ausencia y me encontré los escaparates cruzados por grandes letreros rojos que anunciaban los saldos del cierre inminente. Los últimos aficionados escarbábamos los anaqueles ya medio vacíos rebuscando las gangas que todavía quedaban. Los dependientes miraban a la pared y se rascaban la cabeza, la mirada perdida en la inminencia del paro.

Ahora donde estuvo Tower hay una tienda de muebles de lujo y un Zara, y cualquiera sabe lo que abrirá en la esquina magnífica de Barnes & Noble, frente a la parada del metro y a unos jardincillos en los que hay un busto de Leonard Bernstein, alrededor del cual se pone de vezen cuando un mercadillo de granjeros. Una manzana más arriba, eso sí, resplandece el gran cubo de cristal lleno siempre de gente de la nueva tienda Apple.