El lunes 17 de abril de 1975 Denise Affonço salió de su casa a la misma hora que cualquier día laborable, camino de la oficina en la que trabajaba, la de los servicios culturales de la Embajada francesa en Phnom Penh. Era una mujer de treinta y un años, menuda, morena, entre europea y asiática. Su padre era de nacionalidad francesa, aunque de una procedencia a medias portuguesa e india; su madre, vietnamita. El padre, profesor de Latín en un instituto de bachillerato colonial de Phnom Penh, se había esforzado en darle una educación europea. Denise Affonço hablaba francés, inglés, vietnamita, latín. Era, en 1975, una mujer razonablemente instalada en la vida, madre de un niño y una niña, con un buen trabajo y una buena posición, unida a un hombre de negocios chino de gustos caros y convicciones comunistas. Este hombre, Seng, anhelaba la llegada a Phnom Penh de los Jemeres Rojos, que ocupaban ya la mayor parte del país, poniendo en fuga a los partidarios de la dictadura incompetente y corrupta del general Lon Nol, apoyado por Estados Unidos.
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