1.-Comida rápida: Mi madre no lo sabe pero es discípula desde siempre de Buckminster Fuller: no se tira nada; el desperdicio es delito; disfrutaríamos de una abundancia mucho mejor repartida si aprovecháramos meticulosamente todo. Por no tirar nada mi madre no tira ni los cartones de leche vacíos. Cuando fuimos a Úbeda nos ilustró, no sin satisfacción, sobre su utilidad práctica: se corta el cartón, una vez muy bien lavado, como a dos tercios de su altura; en la parte inferior se guarda lo que haya sobrado de la comida del día, que en su caso suele ser bastante, ya que cocina para ella sola; se encaja la parte de arriba como si fuera una petaca y se guarda en el congelador. La cantidad es la justa para una ración individual. La forma del tetrabrick es perfecta para aprovechar el espacio. En una serie de cartones de leche perfectamente ordenados mi madre guarda los ricos potajes de sus comidas solitarias.
2.-Mirar los cuadros: el pintor Juan Genovés, que tiene ochenta años, igual que mi madre, me explica el mejor sistema para mirar con atención la pintura: “Los cuadros hay que verlos sentado, como las películas”. Mirar los cuadros de pie favorece esa manía del juicio rápido e inapelable que tiene todo el mundo, dice Genovés. “¿Por qué hay que darse tanta prisa en decir, esto me gusta, esto no me gusta, esto es bueno, esto es malo?” Hay que fijarse despacio, hay que dar tiempo al cuadro, estar más pendiente de lo que hay en él que de nuestra prisa por formular una reacción inmediata. Recordamos algunos cuadros que nos gustan y que pueden mirarse sentado. En los Uffizi, dice Juan, hay un banco muy cómodo delante del Nacimiento de Venus. Me viene a la memoria un banco que hay en el Metropolitan de Nueva York delante de un rothko en tonalidades muy oscuras, negros y violetas, con algo del dramatismo místico de un cielo del Greco, y Juan se sonríe: “Anda que no he pasado yo tiempo sentado en ese banco”.