Demasiado teatro

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Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny, de Kurt Weill y Brecht, esta noche, en el Teatro Real, en un montaje de la Fura dels Baus, compañía que debe de tranquilizar mucho a los gerentes de los teatros de ópera, porque les concede un certificado inmediato e indiscutible de modernidad. Iba con ilusión, porque la música me gusta mucho, pero al cabo de un rato ya estoy aburriéndome. Demasiado escenario, demasiada escenografía, demasiados figurantes, demasiadas voces en el coro, demasiado trajín:a mí esta música me pide un despojamiento casi de music hall, de musical sin muchos medios, con una orquesta suscinta, con una sequedad formal que se corresponda con la economía expresiva de la partitura, más cerca del cabaret que de la ópera. Hay veces que parece que van a anegarlo a uno el cuerpo de danza y los coros del ejército soviético.

La poca sustancia dramática del libreto se diluye más aún en el  barroquismo escenográfico. Brillan en medio de la desmesura los grandes números musicales: ese Alabama Song tan depravado que Lotte Lenya cantó antes que nadie. Un texto en el que sólo hay sarcasmo tampoco da mucho de sí. Mucha gente que sabe alemán me asegura que los versos de Brecht son admirables, pero traducidos al español y al inglés me dejan bastante frío, por mejor voluntad que pongo. Al final un público vestido con un conato de elegancia como de boda con ciertas pretensiones aplaude con fervor un gran despliegue de banderas rojas y pancartas proletarias.

Una pizza y dos vasos de tinto siciliano nos levantan el ánimo, y nos sueltan la lengua para confesarnos que nos gustó mucho más el montaje de Black el payaso y Adiós a la bohemia, de Pablo Sorozábal, que dirigió hace unos años con bastantes menos medios y menos pretensiones Mario Gas en el Teatro Español.