Cervantes, un liberal

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Miguel, que se fija mucho en esas cosas, me llama la atención sobre el ensayo de Mario Vargas Llosa que viene al principio la edición del Quijote de la Academia, que es la que estoy leyendo estos días. La novela, según Vargas Llosa, es “un canto a la libertad”. A continuación viene a definir algunos detalles de ese canto: “el fundamento de la libertad es la propiedad privada”, dice Mario que dice Cervantes, y “el verdadero gozo solo es completo si, al gozar,  una persona no ve recortada su capacidad de iniciativa, su libertad de pensar y actuar”. “No puede estar más claro”, continúa el análisis: “la libertad individual requiere un nivel mínimo de prosperidad para ser real”. Don Quijote resulta ser un enemigo de la intromisión del estado en los asuntos públicos: “El Quijote no cree que la justicia, el orden social, el progreso, sean funciones de la autoridad, sino obra del quehacer de individuos que, como sus modelos, los caballeros andantes… se hayan echado sobre los hombros la tarea de hacer menos injusto y más libre y próspero el mundo en el que vive… La autoridad, en vez de facilitarle la tarea, se la dificulta”. Para completar el panorama, Don Quijote se atreve “a rebelarse de manera tan manifiesta contra la corrección política y moral de su época”.

Yo no sé si las ideas de Cervantes sobre la libertad individual y la propiedad privada y la intervención del estado se parecían tanto a las de Margaret Thatcher, o a las del propio Vargas Llosa, o si con cuatro siglos de antelación ya ejerció de “políticamente incorrecto”. De lo que estoy más seguro es de cuál es uno de los temas centrales de su novela: el peligro de vivir tan convencido de las propias imágenes  del mundo y tan obsesionado y hechizado por ellas que hasta los más fantásticos delirios los acabe uno viendo confirmados por la realidad. En este sentido, y quizás sin proponérselo, Mario Vargas Llosa escribió un ensayo mucho más quijotesco de lo que él imaginaba.