Una lección de claridad

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William Chislett escribe para explicar la realidad española a la gente de fuera, pero sus libros y sus ensayos están hechos con tanto rigor y tanta claridad que somos los de aquí los que más podemos aprender de su trabajo. Hace unos años publicó, en doscientas páginas, una síntesis impecable de nuestra historia, Spain. What Everyone Needs to KnowAhora el Real Instituto Elcano, con el que colabora habitualmente, le ha editado A New Course for Spain: Beyond the CrisisEs el mejor relato que conozco sobre nuestro tránsito desde la prosperidad alucinada al derrumbe, y después hacia un principio débil e inseguro de recuperación. Chislett cuenta las cosas de una manera aguda y ponderada, pero sobre todo maneja cifras e índices, con una erudición estadística que puede marear un poco pero que es un instrumento excelente para comprender lo que tantas veces encubren o vuelven vago las palabras. Hay cosas muy llamativas: en 2009 el abandono escolar llegó a más del 30 por ciento, el doble de la media de la Unión Europea. Desde entonces ha bajado casi diez puntos. Y otro dato curioso, y revelador: España es el único país sobre el que sus habitantes tienen una visión más negativa que los extranjeros. Con índices y cuadros comparativos, con una mirada lúcida pero también cordial, Chislett retrata un país donde el reverso de algo tan admirable como la solidaridad familiar es el nepotismo, y donde un aluvión de inmigrantes superior al que cualquier otro país en un plazo tan breve no ha originado el nacimiento de partidos xenófobos ni creado problemas graves de convivencia; uno de los países más descentralizados del mundo, pero que también tiene un número excesivo de ayuntamientos y unas diputaciones provinciales de dudosa utilidad. En alguno de los índices más seguros de bienestar social, el de la longevidad de las mujeres, España está entre los países más avanzados, igual que en las cifras de transplantes de órganos, en un sistema ejemplar por su transparencia, su agilidad y su calidad técnica. Nuestra economía no es muy productiva en general, y la burbuja de la construcción y el crédito fue una catástrofe, que además alimentó la corrupción: pero algunas de las empresas españolas dedicadas a la construcción y gestión de infraestructuras, o a la fabricación de equipos de ferrocarril, están entre las más potentes y eficaces del mundo. Pero resulta que también tenemos uno de los porcentajes más altos de multimillonarios cuyas fortunas dependen no de su iniciativa y su éxito empresarial sino de sus conexiones políticas. El paro, en especial entre la gente joven, la desigualdad social, el bajo nivel educativo medio, son algunos de los problemas más graves que se deducen de los análisis de Chislett: también la sostenibilidad de las prestaciones básicas del estado de bienestar. Y, desde luego, la incertidumbre política. Pero a mí me serena leer su libro. Me permite mirar a mi país con la alarma, pero también el alivio, de la racionalidad. No hay nada metafísico ni fatal en nuestra situación: hay problemas conocidos, soluciones posibles, inercias históricas poderosas pero no incorregibles. Algo se puede hacer. Lo primero de todo, intentar enterarse de cómo es la  realidad, en la medida en la que las herramientas de conocimiento más fiables puedan iluminarla. Será por algo que una de las primeras cosas que hacen los regímenes autoritarios o totalitarios es suprimir el acceso a las estadísticas.