Buenos propósitos

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Me he hecho dos propósitos para el año nuevo. Solo dos, y bastante modestos, y aun así tengo mis dudas de que pueda cumplirlos. El primero es no enredarme en discusiones sobre creencias religiosas, especialmente las que se disfrazan de convicciones políticas o de fervores identitarios. Es superfluo intentar un debate en el que hay por medio actos de fe. Y como los seres humanos tendemos a las actitudes religiosas, es tarea de un escéptico vigilarse con cuidado para no caer en ellas.

El segundo propósito es disfrutar más a conciencia de los placeres accesibles y baratos de la vida. A lo difícil y a lo caro se les da un prestigio que con frecuencia no merecen. Lo pensaba el otro día, el sábado a media mañana, preparando el sofrito de un arroz caldoso. Había salido del sol después de varios días de lluvia. Puse Radio Clásica y justo anunciaban la Séptima de Bruckner por la Filarmónica de Berlín, dirigida por Karl Böhm. Había ido al mercado y el pescadero me había regalado una raspa sustanciosa de rape para hacer el caldo del arroz. Como tenía tiempo por delante pude preparar tranquilamente las cosas, prestando plena atención a la música. Eché el arroz cuando estaba terminando la sinfonía. Es verdad lo que dice Borges, que no hay día en el que no podamos pasar al menos unos instantes en el paraíso. Esa frase me intrigaba mucho cuando la leía de joven.

Y no es por nada, pero el arroz salió bastante bueno.

Ojalá dentro de un año tengamos más motivos públicos de celebración.