Un papel doblado

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En la chaqueta que llevaba anoche he encontrado el papelito doblado que me pasaron cuando estaba dando en la universidad de Utrecht la conferencia Spinoza, que organiza todos los años el departamento de español junto a la Embajada y el Cervantes. Me trajo aquí Pablo Valdivia, que es profesor en la universidad de Amsterdam, y que acaba de terminar una edición crítica de Sefarad. Pablo me recogió ayer por la mañana en la estación de Amsterdam, recién llegado de Bruselas, y a continuación hicimos un viaje breve y cómodo a Utrecht, a unos veinte minutos, por esos paisajes horizontales holandeses, con los cielos tan altos, surcados por monumentales nubes atlánticas, como en los cuadros del siglo XVII, en los que el tamaño de una granja, de una torre lejana, de un molino o de un árbol dan la medida de los grandes espacios despejados.

No tengo suerte con Amsterdam, le digo a Pablo. Hasta ahora solo conocía el aeropuerto. Ahora conozco el aeropuerto y la estación central. Quizás en el próximo viaje descubra la terminal de autobuses.

Utrecht es una ciudad que parece soñada. Bicicletas, pavimentos de ladrillo que se ondulan bajo las pisadas, como la catedral de Venecia. Un acabado meticuloso en cada detalles de las cosas: en el marco de una ventana o en la disposición de los ladrillos en el pavimento. Canales de agua inmóvil flanqueados de árboles, grandes robles y arces. Una humedad insidiosa que se le filtra pronto debajo de la ropa al que ha venido poco abrigado de España.

La charla con el nombre admirable de Spinoza era una antigua capilla con altas bóvedas góticas. Pablo me ha presentado y se sienta en la mesa junto a mí, con su seriedad de hombre joven muy dedicado a lo suyo. Yo empiezo a hablar y a los pocos minutos veo esa contenida agitación en la primera fila del público. Alguien se acerca al embajador y le dice algo al oído. Alguien viene a la mesa y le pasa a Pablo un papelito doblado. Pablo lo abre y lo lea y me lo pasa a mí. Es la noticia de que los terroristas han dejado las armas. Guardaré ese papel con el mismo cuidado con el que creo que los demócratas españoles -y los demócratas vascos que se consideren españoles, y los que no también- tenemos la obligación de recordar y contar lo que han sido todos estos años de sufrimiento, de persecución, de serenidad en medio del dolor. Ha prevalecido la legalidad democrática. Ojalá fuéramos capaces de compartir esta alegría sin sectarismo y sin olvido, honrando a los que murieron y a los que no callaron, negándonos a aceptar esa neblina vaga de las palabras abstractas en la que habrá quien intente difuminar la distancia entre las víctimas y los verdugos.

Buurkerk en Domtoren en Amsterdam, por CumulusNL
Buurkerk en Domtoren en Amsterdam, por CumulusNL