Después de los días de luminosidad dorada y aire tibio y la embriaguez de los colores -los rojos, los amarillos, los marrones, los ocres- llega siempre una mañana en la que llueve y hace viento, y es la señal de que va a empezar el invierno. Luego vuelve el sol, pero ya hace un frío afilado, y de pronto los árboles se han quedado sin hojas, y poco después de las cuatro de la tarde ya es de noche. A la estación de las manchas de color sucede la del dibujo: siluetas negras de troncos y ramas desnudas contra el cielo, como trazos de lápiz sobre una ancha hoja en blanco. Y es también, para el aficionado a todos los rasgos de lo femenino, el comienzo de la estación de los gorros de lana y las boinas, la delicia de las caras invernales, pómulos y barbillas y frentes enmarcados por ellos.
Tránsito al invierno
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