Las víctimas

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Claro que hay muchas veces una grave indefensión de las víctimas en España: que se lo pregunten a tantas mujeres violadas, o a los familiares de los atropellados y muertos por conductores temerarios, borrachos o no. Quien camine mucho o monte en bici por una ciudad española sabrá como se las gastan sus compatriotas al volante. Pero de ahí a tratar a los presos como alimañas hay, me parece, un abismo. Porque, cuando se miran las estadísticas, resulta que sí hay una correlación entre la pobreza, la marginalidad y la delincuencia, y que en un número muy elevado de casos las condenas a muerte no se corresponden con la gravedad de un crimen probado, sino con falta de asesoramiento legal, confesiones falsas, errores o descuidos en los procesos. Ayer publicaba el New York Times un informe exhaustivo sobre todo esto(por cierto, en él se ve que España ni de lejos es el segundo país en encarcelar gente). Y casi cada día hay en el periódico noticias sobre presos liberados después de pasar veinte o treinta años en la cárcel que han resultado ser inocentes. Se hizo una obra de teatro extraordinaria sobre eso: The Exonerated. Casi la mitad de los presos en las cárceles americanas son negros. Pero la población negra es en torno al 12%. Y qué curioso que, como también señala el informe, el crecimiento de la población carcelaria haya corrido paralelo al de la desigualdad social. No recuerdo a quién le leí hace años, un jurista, creo, que decía que estaba contra la pena de muerte porque es irreversible, mientras que los seres humanos, incluyendo jueces y jurados, no son infalibles.