Dentro y fuera de Europa

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Llegar con cierto retraso a la condición de europeo tiene la ventaja de que uno nunca acaba de dar por supuesto lo que para muchos que llegaron más tarde es simplemente natural. Yo tenía 21 años y estaba muy politizado cuando dejé de ser súbdito y empecé a ser ciudadano en las elecciones de junio de 1977, y cumplí los 30 a los pocos días de que España entrara en la Unión Europea, en compañía de la querida Portugal, como dos alumnos nuevos que acaban de ingresar en un colegio de mucho prestigio en el que hasta muy poco antes no creyeron que pudieran ser nunca admitidos. En la vida las cosas que han tardado mucho y parecía que nunca fueran a ocurrir llegan a veces en avalancha: en mi caso, cumplir 30 años, volverme europeo de la noche a la mañana, publicar por primera vez una novela. Como cuando uno es joven no sabe lo joven que es, yo imaginaba que a los 30 años ya iba cayendo sobre uno la pesadumbre de la edad. Y casi me costaba más sentirme en el derecho a llamarme a mí mismo novelista que a llamarme europeo.

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Antonio Muñoz Molina
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