No todo puede ser transmitido por escrito. He dedicado unas seis horas de mi vida a ver uno de los últimos actos públicos protagonizados por Donald Trump, en el Madison Square Garden de Nueva York, el domingo pasado, y he de aceptar de antemano que las cosas que vi y escuché no soy capaz de contárselas con alguna esperanza de fidelidad a nadie que no las haya visto y escuchado igual que yo. No siempre se ha de descartar el adjetivo “indescriptible”. Hay realidades que están más allá de cualquier descripción. Podemos conformarnos con la síntesis de un titular, o de una frase literal entrecomillada, pero hay algo, mucho, que permanecerá inaccesible para nuestras facultades verbales.
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