España y la ciencia de espectros

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Juan Pimentel ha encontrado una metáfora perfecta para la historia de la ciencia española: es, en gran medida, una historia de fantasmas, un catálogo de aparecidos y desaparecidos, un museo quimérico en el que muchos muros y salas enteras están vacíos, porque no queda nada de las figuras y las imágenes que debieron ocuparlos. Hasta el Museo del Prado, por debajo de su resplandor visible y canónico, es también como esos caserones de otro siglo en los que no hacen falta artilugios de parapsicología para detectar presencias abolidas, sombras errantes que no tienen descanso porque no recibieron la adecuada sepultura, o porque el paso del tiempo no ha extinguido las consecuencias de la desgracia que las fulminó. Pimentel se define a sí mismo, en la primera página del libro, como un “historiador de la Ciencia fascinado por las imágenes”. Pero, dada su inclinación a los fantasmas, las imágenes que más le fascinan son las que ya no pueden verse, del mismo modo que la parte de la historia española sobre la que escribe con mayor erudición y apasionamiento es la que no llegó a suceder. Dice Ortega y Gasset que España es un país de proyectos en ruinas. Incluso en los que de un modo u otro llegaron a cumplirse, Pimentel detecta ruinas sumergidas.

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