Una frase leída en un artículo desata de golpe el caudal del recuerdo: un fogonazo o una punzada de dolor antiguo y revivido precede a la memoria consciente. Estoy leyendo el periódico en la placidez de la mañana del domingo y me encuentro de regreso en un pasado lejano que sin embargo no pierde nunca su filo. Dentro del hombre de pelo gris entrado en años que soy ahora despierta un muchacho que acaba de cumplir 18 años y empieza a asomarse al mundo, que llegó a Madrid hace apenas dos meses, con su apocamiento y su ilusión de provinciano, con sus ensoñaciones de rebeldía personal y de activismo político, todo mezclado con una vocación del todo adolescente por la literatura.
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