Está de moda la queja de que, por culpa de la llamada corrección política, la libertad de expresión se encuentra en peligro. Lo escucho y lo veo escrito con cierta frecuencia, en un tono de alarma, aunque también de orgullosa disidencia, hasta de cierto heroísmo. Nada hay más halagador que sentirse heroico o perseguido sin ningún peligro. Los nuevos héroes de la libertad de expresión lamentan que los censores de la ortodoxia progresista o del buenismo no quieren dejarles llamar a las cosas por su nombre, al pan pan y al vino vino, a los cojos cojos y negros a los negros.
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