La extinción olvidada

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Un buen libro actúa en dos direcciones simultáneas. Abre los ojos a la novedad de lo exterior y remueve en la conciencia y la memoria lo que ya estaba dentro de uno, olvidado o latente. Vidas a la intemperie, de Marc Badal, tiene ese efecto sobre mí. Es un libro riguroso y muy bien documentado que está hecho con una factura liviana, una riqueza de erudición y experiencia que sin embargo no pesa. La buena escritura se distingue porque se alza del suelo con una cierta ingravidez. Como un poema, que siempre parece estar en suspensión encima de la página, sostenido en el aire. Las vidas a la intemperie a las que alude el título de Badal son las de los campesinos, las generaciones innumerables que desde los tiempos del Neolítico fueron modelando el mundo, a fuerza de trabajo, tal como existe a nuestro alrededor, y a continuación desaparecieron, tan radicalmente como esas civilizaciones perdidas de las que quedan solo ruinas ciclópeas, tan inexplicables en su simbolismo como en la hazaña de su construcción. La diferencia es que la desaparición del mundo de los campesinos no sucedió hace milenios: en España fue casi ayer mismo, hace apenas dos generaciones, tan poco tiempo que hay todavía personas que pueden dar testimonio de esa civilización abolida. Parecía haber durado desde siempre y estar destinada a prolongarse idéntica en el porvenir, y desapareció de la noche a la mañana, o casi, en el tránsito de unos pocos años.

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