Toda la política se convierte velozmente en eslóganes publicitarios y en espectáculos televisivos, mala copia de reality shows. Toda la prensa se va convirtiendo día por día en prensa del corazón. Para estar al día hay que alejarse de todo eso. Hay que concentrar la atención en lo cercano y lo real, en lo tangible, en lo inteligible, en lo que puede ser comprobado. Hasta el habla tiene uno que cuidarla para que no se le contagie de naderías verbales. El discurso público está hecho a la vez de polarización extrema y de superficialidad. Mientras tanto, personas capaces, generalmente invisibles, dedicadas a sus respectivos oficios, casi siempre con modesta remuneración, sostienen la normalidad de lo diario.
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