Un hombre permanece en pie, de noche, a veces hasta la madrugada, en el rellano, de espaldas a la puerta de su apartamento, que no está cerrada, mirando hacia la del ascensor, que se pone en marcha de vez en cuando, estremeciéndolo con un sobresalto. El hombre fuma y ve la brasa de su cigarrillo en la oscuridad. Tira las colillas al suelo y las pisa. Enciende otro cigarrillo y la llama de la cerilla le ilumina las manos, en las que hay un ligero temblor. Durante mucho rato, horas a veces, no sucede nada. El hombre sigue en pie, con el abrigo puesto, como a punto de marcharse, aunque no se mueve, con una pequeña maleta a los pies, en la que guarda unas pocas cosas esenciales, una muda de ropa, el cepillo de dientes, el dentífrico, tres paquetes de cigarrillos.
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