El otro día, por encargo del periódico, Elvira fue a hablar con Rita Maestre, la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, cuando se acercaba la fecha del célebre juicio por “ofensas a los sentimientos religiosos”. Elvira, que trabajó muchos años haciendo entrevistas en la radio, sabe prestar atención a lo que le cuentan, y tiene oído y destreza para eso tan difícil que es transmitir por escrito la naturalidad de la lengua hablada(que no es lo mismo que transcribir lo dicho en una grabación). Habló una mañana con Maestre, y al volver a casa escribió una crónica que era sobre todo el testimonio en primera persona de la entrevistada.
Al día siguiente, el columnista Hermann Tersch, la obsequió con un tweet que dice literalmente:
“Muñoz Molina siempre ha demostrado cierto músculo moral. Estará asqueado ante la vergonzosa baba mentirosa de Elvira Lindo sobre Rita Maestre”.
Una vez superada la incredulidad -parece imposible que algunas personas puedan degradar todavía más el lenguaje público, pero lo consiguen- uno se pregunta qué hay en la mente de alguien que escribe eso, y para qué lo hace. Yo no sé lo que es tener “cierto músculo moral”, pero sí que quien escribe algo así carece de todo rastro de decencia. Estoy asqueado, desde luego, pero la baba que produce mi asco es la de quienes cada día escriben y publican cosas así. Parece que lo que más les importa es sembrar cizaña, abrir heridas, alimentar el fuego. Dicen denunciar un desastre que se avecina y ellos son parte de él, hooligans diarios de lo peor. Se entienden mucho mejor con los extremistas equivalentes a ellos que con las personas templadas. Parece que eligen centrarse no en lo necesario o lo de verdad doloroso o injusto sino exclusivamente en aquello, aunque sea nimio, que más pueda dañar la concordia y calumniar al adversario, o al que no los secunda. Da escalofríos pensar en la clase de país en el que quieren vivir. Y siendo tan crueles con todo el que les desagrada reservan su saña más macabra para las mujeres.