Quizás porque estoy bajo los efectos graduales del shock de cumplir 60 años, pienso más a menudo en el contraste del presente con los pasados sucesivos que he ido viviendo: en lo que queda de ellos y en lo que se ha borrado, en lo que se olvida y lo que se recuerda, en lo que parecía perdido y parece que vuelve; y sobre todo en la diferencia que hay entre las cosas tal como las recuerda quien las vivió y como las imagina quien ha venido más tarde, quien las conoce por libros o por películas, o por los relatos interesados o engañosos o simplemente distraídos o inexactos de otros. El pasado público se aleja mucho más rápido que el de la propia vida, quizás porque en realidad uno le presta una atención más superficial de lo que supone.
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