Cuadernos encontrados

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El hallazgo de una libreta o de un cuaderno adecuado puede ser tan providencial para un escritor como el encuentro con una persona o con un lugar que le inspire el origen de una historia, con un libro que va a marcar un cambio de dirección en sus lecturas y hasta en su vida. Los cuadernos mejores, como las historias, se encuentran a veces en el curso de un viaje, en el escaparate de una papelería de una ciudad desconocida y prometedora. Quizá los viajes son más propicios a esos hallazgos porque la suspensión de los hábitos sedentarios le despierta a uno la atención, lo vuelve más alerta a las posibilidades de lo insospechado. Y el mérito de un cuaderno no depende de su calidad objetiva, de la encuadernación o la cubierta de cuero o la lisura del papel. El cuaderno aparece y se impone a la mirada y a las manos. En los mejores casos no será el recipiente donde verter algo que ya existe, sino el catalizador que hará que nazca en la imaginación y cobre forma una historia o un tono de escritura que de otro modo no se habría revelado a la conciencia.

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