En una película de Buñuel una mujer va sacando objetos del bolso y mencionándolos al mismo tiempo que los deposita sobre la mesa: las monedas, dice, el encendedor, los cigarrillos, la llave de los sueños, el lápiz de labios, etcétera. Esa llave de los sueños se nombra con la misma naturalidad rutinaria que los demás objetos, y en ningún momento se le da una explicación, ni vuelve a mencionarse. Tampoco tiene un aspecto particular, que sugiera lo fantástico. La llave de los sueños es uno de esos elementos comunes y poéticos que a Buñuel le gustaba introducir en sus películas, sin caer en la indelicadeza de sugerir un simbolismo, por pura afición a lo misterioso y a lo inexplicado, a las imágenes que surgen y se sostienen por sí mismas, y luego desaparecen, igual que las de los sueños, unas veces borradas sin rastro, otras persistiendo en la memoria como una llama encendida en la oscuridad, un fotograma aislado de una película.
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