Cuatro mutaciones de las que he sido testigo a lo largo de mi vida han determinado mi conciencia política. La primera, el cambio de una dictadura aislada internacionalmente a una democracia integrada en la Unión Europea; la segunda, el salto generacional de la clase trabajadora campesina a una clase media profesional e ilustrada; la tercera, el paso de las mujeres de la subordinación a la plena visibilidad; y la cuarta, el contraste de las seguridades del Estado de bienestar europeo con el espectáculo del crudo capitalismo americano. Una quinta mutación acentúa los aprendizajes de las anteriores: igual que viví, con plena conciencia, el paso de la tiranía a la libertad, la irrupción de las mujeres en todas las esferas de la vida pública, la mejora de mis condiciones y mis expectativas personales, también he asistido en los últimos años a la amenaza del derrumbe de todo aquello que daba por supuesto, no ya el Estado de bienestar, sino todo el sistema económico sobre el que se sostiene. La incredulidad hacia las predicciones de los expertos de cualquier signo espero no perderla ya nunca. Es saludable no olvidar que, a juzgar por el porcentaje de éxito de sus vaticinios, los economistas, politólogos y sociólogos tienen una capacidad predictiva semejante a la de los sacerdotes romanos que escrutaban vuelos de pájaros o entrañas de animales recién sacrificados.
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