La lección del maestro

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Seymour Bernstein es uno de esos abuelos solitarios y activos con los que uno se cruza por el Upper West Side de Nueva York. Los ves haciendo la compra, esperando en la cola del cine, sentados al sol en un banco, las manos en el regazo, o llegando muy temprano a los conciertos, vestidos con una mezcla de formalidad y descuido, corbatas y gorras de béisbol, abrigos oscuros y zapatillas de deporte. Seymour Bernstein vive solo y austero como un monje en un apartamento diminuto, en este barrio de músicos, donde hay una estatua de Verdi y un busto de Leonard Bernstein, y donde se concentran escuelas y salas de conciertos, desde Lincoln Center y la Julliard School hasta mucho más al norte, ya en las orillas de Harlem, donde está la Manhattan School of Music. Músicos de todas las edades van atareados por la calle cargando sus instrumentos. En algunos de los edificios de principios del siglo XX que hay a lo largo de Broadway hay apartamentos que tienen los muros insonorizados. En escuelas privadas de música, en iglesias, en restaurantes y pequeños clubes de jazz, los músicos dan conciertos que rara vez son anunciados o reseñados en la prensa, pero que contribuyen a dar a esa zona de la ciudad una atmósfera estimulante de búsquedas y de hallazgos para el aficionado.

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Seguir leyendo en EL PAÍS (11/04/2015)