El invierno de 1967 Borges lo pasó en Nueva Inglaterra, en Cambridge, como profesor visitante de la Universidad de Harvard. Nevaba tanto y hacía tanto frío que apenas podía salir. Varios poemas de su libro Elogio de la sombra están fechados allí. En uno de ellos, ‘Cambridge’, alude al declinar rápido de una tarde invernal y se imagina que está en Buenos Aires: “Buenos Aires, yo sigo caminando / por tus esquinas, sin por qué ni cuándo”. Podemos ver como en una foto antigua o en un recuerdo al hombre ciego y frágil, de casi setenta años, pisando con mucha dificultad entre las cordilleras de nieve sucia de la calle, temiendo resbalarse y caerse, asido del brazo de alguien que lo guía, quizás la mujer con la que llevaba casado unos meses, quizás aquel traductor americano tan servicial que se le presentó fervorosamente en una de sus conferencias, Norman Thomas di Giovanni. La esposa, Elsa Astete Millán, es un antiguo amor de su juventud. Se conocieron en La Plata, hacia 1929, cuando Borges tenía 30 años y ella 19. La historia es confusa y no hay testigos que puedan corroborarla. Parece que nada más conocerse se enamoraron, que incluso llegaron a comprometerse.
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