Durante el franquismo, en los últimos años, que son los que yo recuerdo, antifranquistas había muy pocos. Y demócratas menos aún. Yo, por ejemplo, y la gente con la que yo trataba, con la que reunía, junto a la que participaba en asambleas y reuniones más o menos conspiratorias: Éramos antifranquistas, pero no éramos demócratas. Creíamos que la República democrática alemana era democrática y que la república federal era neonazi, cosas así. Y que la revolución cultural de Mao era una especie de gran recreo antiautoritario colectivo. Cuando empezó a haber más antifranquistas fue después del franquismo. Cuántos más años pasan más antifranquistas vehementes aparecen. Dentro de poco habrá tantos que será posible evitar, retrospectivamente, que Franco se muera en la cama. Cualquier día casi podemos dar la vuelta a la batalla del Ebro. El número de antifranquistas no para de crecer, bastante más que el de demócratas.
Iba por la calle en Madrid en esta noche silenciosa y cálida, con su silencio de derrota deportiva, y pensaba que casi todas las ideas que me parecen fundamentales son minoritarias, o están en declive. o desacreditadas. Como soy demócrata -he ido aprendiendo- acepto la regla de las mayorías, a condición de que no desbarate el imperio de la ley. Como soy demócrata, vindico mi derecho a lo minoritario, a lo exiguo.