Cien años del nacimiento de Marguerite Duras: parece que no puede haber pasado un siglo desde que naciera una escritora tan contemporánea; y parece también que no hubiera muerto, porque su escritura no suena a antigua, no acumula polvo, al contrario. Es transparente y precisa y con un segundo plano de bruma. Como me gusta tanto regalar libros, hace una semana le regalé a una estudiante El dolor, que he usado otros años en las clases de no ficción. Regalar libros está bien porque le permite a uno el placer de adquirirlos y de compartir el fervor de la lectura sin el efecto secundario de la acumulación. Será como esos estanques de Central Park es los que se practica la pesca de catch and release. A los dos días la estudiante vino conmocionada. No había leído nunca un libro así. Y ya se había apresurado a comprar su reverso exacto, el testimonio complementario, La especie humana, de Robert Antelme. Tampoco hay mucho libros como ése.
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